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Mujeres y la necesidad de orinar: mitos desmentidos por la biología

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Durante años, la idea de que las mujeres tienen una vejiga más pequeña que los hombres ha circulado como una verdad popular, alimentando estereotipos y bromas sobre sus frecuentes visitas al baño. Sin embargo, esta percepción cultural no se sustenta en diferencias significativas de tamaño entre vejigas femeninas y masculinas. La clave del asunto radica en factores más complejos, como la anatomía circundante, los cambios hormonales, la sensibilidad neurológica y los hábitos adquiridos desde la infancia.

Vejigas similares, entornos diferentes

Anatómicamente, las vejigas de hombres y mujeres son muy parecidas. Ambas pueden contener entre 400 y 600 mililitros de orina cómodamente. La vejiga es un órgano muscular altamente elástico, revestido por una capa llamada epitelio de transición, que permite su expansión sin generar señales prematuras de urgencia. La musculatura lisa del detrusor, que compone la pared vesical, también contribuye a esta flexibilidad funcional.

No obstante, lo que diferencia la experiencia urinaria de hombres y mujeres es el entorno físico que rodea la vejiga. En el caso masculino, la vejiga se encuentra sobre la próstata y delante del recto. En la mujer, comparte un espacio más reducido en la cavidad pélvica, junto al útero y la vagina. Esta configuración puede limitar la capacidad de expansión de la vejiga, provocando una sensación de urgencia con volúmenes menores de orina.

Durante el embarazo, esta limitación se intensifica. El crecimiento del útero ejerce presión sobre la vejiga, lo que explica las frecuentes visitas al baño en los últimos meses de gestación. Pero incluso fuera de este contexto, la estructura pélvica femenina puede influir en cómo y cuándo se percibe la necesidad de orinar.

La importancia fundamental del suelo pélvico

Una parte fundamental en esta distinción de funciones es el suelo pélvico. Esta estructura muscular sostiene órganos como la vejiga, el útero y el intestino. En las mujeres, puede producirse un debilitamiento de estos músculos debido al parto, cambios hormonales o el envejecimiento, lo que influye en su habilidad para controlar la micción. El esfínter uretral externo, que permite retener la orina hasta un momento adecuado, también es parte de este sistema y puede perder fuerza con el paso del tiempo.

Adicionalmente, la uretra femenina es más corta, lo que favorece la entrada de bacterias y, por ende, las infecciones del tracto urinario. Estas infecciones, aunque pasajeras, pueden dejar una mayor sensibilidad en la vejiga, provocando episodios de urgencia o aumento en la frecuencia urinaria incluso después de haber sido tratadas.

El impacto de los hábitos adquiridos

Más allá de la biología, los comportamientos sociales también tienen un impacto en la frecuencia con la cual las mujeres van al baño a orinar. Desde pequeñas, muchas chicas aprenden a «ir por si las dudas» antes de salir o a esquivar el uso de sanitarios públicos, lo que puede llevar a vaciar la vejiga cuando no está completamente llena. Esta costumbre, a lo largo del tiempo, disminuye la capacidad del órgano para manejar grandes volúmenes, cambiando el umbral de urgencia.

Al contrario, se suele permitir a los hombres un mayor tiempo de espera o se les enseña a soportar más. Estas variaciones en el comportamiento pueden afectar la percepción y manejo de la urgencia de orinar en cada género, formando parte del aprendizaje a largo plazo.

La limpieza tiene un papel crucial. La molestia de utilizar baños públicos, particularmente cuando no están limpios, puede incitar a las mujeres a adoptar hábitos preventivos que las llevan a orinar con más frecuencia de lo necesario.

Reentrenar la vejiga: una solución posible

El entrenamiento de la vejiga, respaldado por entidades de salud globales, es un método eficaz para retomar el control del acto de orinar. Implica alargar gradualmente el tiempo entre las visitas al baño, lo que contribuye a reconstruir la conexión entre el cerebro y la vejiga. Esta técnica facilita el incremento de la capacidad operativa de la vejiga sin necesidad de procedimientos médicos invasivos.

Integrado con ejercicios de fortalecimiento del piso pélvico, tales como los populares ejercicios de Kegel, este método puede ser especialmente beneficioso para aquellos que sufren incontinencia urinaria o vejiga hiperactiva.

Más allá del mito

La creencia de que las mujeres orinan más por tener una vejiga más pequeña no se ajusta a la realidad. La frecuencia urinaria femenina responde a una combinación de factores anatómicos, fisiológicos y socioculturales. Comprender estas variables permite eliminar estigmas y mejorar la calidad de vida, promoviendo estrategias de prevención y entrenamiento que favorezcan una salud urinaria más equilibrada. En lugar de trivializar esta diferencia, conviene abordarla con información y empatía.

Por Otilia Adame Luevano

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